Desde tiempos tan lejanos como la década de los cincuentas, la ciencia se ha interesado en la mecánica del sexo. A las parejas se les colocaba cintas de monitores cardíacos, brazaletes para medir la tensión sanguínea, máscaras de oxígeno y demás parafernalia, y se les pedía que copularan para cuantificar científicamente el impacto del sexo.
La mayoría de las veces, la atención se centraba en si el sexo puede ser mortal por precipitar un ataque cardíaco fulminante. Felizmente, estos estudios por lo general concluían que la frecuencia cardíaca se incrementa durante el coito, pero a niveles tolerables.
Ya más cerca en el tiempo, en 2008, se determinó que el ritmo cardíaco de sujetos de mediana edad se elevaban sobre el ritmo normal solo 19 latidos por minuto en el caso de las mujeres, y 21 en el caso de los hombres. Más o menos la misma respuesta que obtendrían si, en lugar de sexo, hubieran realizado un par de saltos.
El riesgo de paro cardíaco relacionado con el sexo es, de hecho, extremadamente pequeño. Las estadísticas lo demuestran. Sin embargo, este riesgo puede ser mayor si el acto es extramarital. Las estadísticas también lo demuestran (y no es broma).
Más allá de la preocupación sobre si el sexo (marital o extramarital) puede ser mortal, poco se ha investigado sobre el sexo como ejercicio.
“Existían algunos mitos, como que el sexo quemaba unas 100 calorías por sesión, pero nadie lo había puesto a prueba,” dice el Dr. Antony D. Karelis, profesor de ciencia del ejercicio de la Universidad de Quebec en Montreal y autor de un reciente estudio publicado en la revista científica PLOS One en el que buscó determinar cuánta energía se consume durante el sexo.
El Dr. Karelis y sus colaboradores reclutaron 21 parejas jóvenes heterosexuales y los pusieron a correr en la cinta durante 30 minutos. Los investigadores monitorearon el gasto de energía y otros indicadores, con el fin de obtener datos que más tarde se compararon con los de la exigencia física del sexo.
Después, las parejas fueron provistas con discretos brazaletes que supervisan el esfuerzo en términos de calorías y METs, una medida del índice metabólico. 1 MET se define como la cantidad de calor emitido por una persona en posición de sentado por metro cuadrado de piel.
Con instrucciones precisas de tener sexo por lo menos una vez por semana durante un mes, con los brazaletes puestos, las parejas regresaron a casa. Además llevaban cuestionarios que debían rellenar con información sobre el acto sexual, donde debían informar sobre cómo les hizo sentir cada sesión, tanto física como psicológicamente, en especial en comparación con correr en la cinta.
“Tras analizar los resultados estaba claro,” dice Karelis, “que el sexo clasifica como ‘ejercicio moderado’,” con un impacto de 6 METs en el hombre y de 5,6 METs en la mujer.
Es el equivalente a jugar dobles en tenis o caminar cuesta arriba. Correr en la cinta, en comparación, resultó una actividad más intensa: 8,5 METs para los hombres y 8,4 METs para las mujeres. Sin embargo, algunos hombres utilizaron más energía durante breves períodos de tiempo durante el sexo, que en la sesión de cinta.
En cuanto a calorías, los hombres quemaron 4 calorías por minuto y las mujeres 3 calorías por minuto, en sesiones que tuvieron una duración promedia de 25 minutos (10 minutos la más breve, 57 minutos la más extensa). Corriendo en la cinta, los hombres quemaron 9 calorías por minuto, y las mujeres quemaron 7.
En general, el estudio determinó que “el sexo puede ser considerado, en ocasiones, un ejercicio significativo,” resume Karelis, por lo que vale la pena fomentarlo entre aquellas personas que se resisten a otras clases de entrenamiento.
En cuanto a los cuestionarios, 98% de los participantes del estudio indicaron que el sexo fue más divertido que correr en la cinta. El 2% restante, en este momento, debe estar buscando pareja.
