
Todos admiramos el sacrificio que realizan los atletas. Lo que están dispuestos a dejar de lado y el esfuerzo de entrenar día tras día para ir en busca de un trofeo, un título o una medalla que puede llegar… o no.
Los Juegos Olímpicos son un buen ejemplo de esto: participan miles de atletas que se esfuerzan al límite entrenando duro durante cuatro años y apenas unos pocos llegan al podio. Sin embargo, siguen allí. Insistiendo una y otra vez.
Los atletas piensan de manera diferente a los demás. Los atletas se enfocan en el resultado final, en la meta de largo plazo. Eso les permite determinar sus prioridades con claridad.
Preparar una sesión de entrenamiento, las comidas del día e incluso las salidas del fin de semana son previstas en base a la meta de largo plazo.
Este enfoque es muy útil para todas las personas, sin necesidad de que sean atletas. Es una manera de pensar que se puede aplicar en todos los ámbitos de la vida.
Es habitual que muchas personas vayan al gimnasio pensando en qué harán después. Desean terminar cuanto antes con el ejercicio y regresar a casa. Y si pueden encontrar una excusa para no entrenar ese día, mucho mejor. Este comportamiento es comprensible. Todos alguna vez deseamos evitar el gimnasio y quedarnos en casa, comer galletas y ver una película descansando en el sofá.
Un atleta, sin embargo, ideará una estrategia para que esto no le suceda. La más habitual es cambiar la actitud visualizando el objetivo de largo plazo que se ha propuesto; pero de ser necesario puede llegar a prometerse un par de galletas y una película, pero después del entrenamiento.
Para un atleta, el objetivo último es siempre lo primero
Al decidir pensar como un atleta cambias tu actitud y el enfoque, haciendo que el entrenamiento sea más divertido y mejoren tus resultados.
En lugar de dejar pasar los minutos y las repeticiones, piensa en lo positivo de lo que haces: cómo tu cuerpo está cambiando para mejor en ese preciso instante, lo bien que lucirás en el futuro, la energía y el buen humor que tendrás al terminar de ejercitar, y la sensación de logro que alimentará tu motivación.
Cumplir con tu entrenamiento y comidas del día es cumplir una meta de corto plazo que te acerca a paso firme al objetivo final.
Con la alimentación sucede lo mismo. En lugar de optar por esa generosa porción de bollería, que es una recompensa a muy corto plazo, piensa en el largo plazo y las recompensas que tendrás si respetas tu plan de alimentación.
Nadie puede ser virtuoso todo el tiempo, y todos necesitamos una recompensa alguna vez. Sin embargo, nunca pierdas de vista tu objetivo y lo bien que te sentirás, tanto física como mentalmente, cuando consigas llegar a la meta.
Tener un objetivo de largo plazo y priorizarlo frente a otras metas de corto y mediano plazo, es la manera de tener éxito.
Una meta clara es como disponer de un plano preciso que te señale el camino correcto, ya que cuando te enfrentas a una decisión difícil tan solo debes preguntarte “¿Esto me acerca o me aleja de mi objetivo?”.
Tomar la decisión correcta es mucho más sencillo de esta manera. Te sentirás muy bien y tus progresos serán notables. Aplícalo no solo en el deporte, sino también en cualquier ámbito de tu vida: personal, de estudios o profesional.
